No hay nada que
pueda ser más aporético que la “carnalización” de la lucha en los cuerpos, y
así sucede con el concepto de multitud
en Toni Negri:
Es necesario insistir aún sobre la
diferencia que separa el concepto de multitud del concepto de pueblo. La
multitud no puede ser aprehendida ni explicada en términos de contractualismo (entendiendo
que el contractualismo, más que a una experiencia empírica, se remonta a la
filosofía trascendental). En un sentido más general, la multitud desconfía de
la representación, ya que es ella una multiplicidad inconmensurable. El pueblo
se representa siempre como unidad, mientras que la multitud no es
representable, puesto que es monstruosa vis à vis de los racionalismos teleológicos y trascendentales
de la modernidad. En oposición al concepto de pueblo, el concepto de multitud
es el de una multiplicidad singular, un universal concreto. El pueblo
constituía un cuerpo social, no así la multitud, porque ella es la carne de la
vida...
Del mismo modo que la carne, la multitud
es pura potencialidad[1],
la fuerza no formada de la vida, un elemento del ser. Al igual que la carne,
también la multitud se orienta hacia la plenitud de la vida. El monstruo
revolucionario llamado multitud, aparecido al final de la modernidad, quiere
transformar de manera continua nuestra carne en nuevas formas de vida.[2]
Debido a que no
podemos hacer un análisis ontológico y político de la idea de multitud en Negri, sólo diremos que la multitud de Negri, en
el fondo, no es más que otra forma ontoteológica de desdibujamiento de un sujeto –individual y
colectivo– inactualizable, materia amorfa que, carente de cualificación alguna,
queda reducida a simple carne viviente en movimiento. Una carne pulposa que
huye de la universalidad, pues ésta, según esta manera de entender lo
universal, significaría la aniquilación de la libertad de esos cualquiera que conforman la pulpa cárnica de Negri. Esta idea
de libertad no es otra cosa que esa ficción criticada por Marx, como ya vimos
en la mencionada Acumulación originaria, pues se funda en la desprotección más absoluta de los cuerpos que, sujetos
a la necesidad, van y vienen como las hojas en otoño.
La multitud de Negri es una masa zombie[3]
de la que no cabría la esperanza de hallar potencial revolucionario alguno,
pues al orientarse “hacia la plenitud de la vida”, o como diría Foucault, a las
necesidades fundamentales, esencia concreta del hombre realización de sus
virtualidades, plenitud de lo posible[4],
se fundamenta en una política naturalizada
que, a diferencia de la política, no reivindica derechos sino la vida natural.
Por lo tanto, lo que una multitud de estas características –pulposa e inmune a las
categorías de explotado-explotador, carne-hombre, sujeto-objeto, materia-forma
o biopolítica-política[5]–
puede hacer no es otra cosa que reiterar el movimiento del ciclo biológico[6],
es decir, conformar el movimiento permanente del mercado de una manera cómplice con la verdadera dominación: el biopoder. En
definitiva, una vez más nos encontramos ante una propuesta estéril que, en un
intento de desafiar al capitalismo, su idea de multitud nos lleva a un mundo sin hombres y sin
condiciones de posibilidad para una verdadera resistencia.
***
[1] Esta “pura potencialidad” de la multitud nos remite a
un modelo ontoteológico. Grondin,
J., Introducción a la metafísica,
Herder, Barcelona, 2006. Págs., 106-107
[3] Díaz, J., “Planet terror: esbozo para una
tanatopolítica” en Hacer vivir, dejar morir: biopolítica y capitalismo, CSIC, Madrid, 2010. Págs. 223-246.
[4] Foucault, M., Historia de la sexualidad: 1. La
voluntad de saber Madrid, Siglo XXI,
2009.Pág. 153
[5] Estas dicotomías desaparecen “en la experiencia vital
radical”, quedando sólo “la sensación de vivir”, la vida biológica que vive y de
la que es imposible dudar tras el proceso de radicalización de la duda
cartesiana iniciado en la modernidad.
Díaz Marsá, M., "De la Nuda Vida como forma de vida o de la aporía de la
política moderna. (Un estudio a partir de Giorgio Agamben)", en Endoxa:
Series Filosóficas 22, 2007. Pág.
262.
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